Siempre me ha llamado la atención el último ser que fue o hizo algo. Por ejemplo, ¿cómo sería, cómo vivió y cómo murió el último dinosaurio? ¿Quién fue la última persona que adoró a Zeus o a Atenea? ¿Quién hizo el último disparo en la primera o en la segunda guerra mundial? Son personas o animales que existieron, pero jamás sabremos quiénes fueron. Yo, quizás, fui la última persona que vio al último venado de Guatire. Les cuento.
Era el año 1980. No recuerdo el mes. Debe haber sido un diciembre. Tenía yo 16 años de edad y había ido con mi amigo Rogelio Hernández, de trece años, a la antigua hacienda cafetalera Santa Rosa. Rogelio había vivido hasta hacía muy poco en esa hacienda. Nos proponíamos buscar hojas para las hallacas. Yo nunca había ido a esa hacienda. Sabía que existía porque mi mamá siempre hablaba de ella. Me decía que cuando ella era pequeña allí vivían muchas familias. Que se cultivaba café y que todo era muy bonito. Llegué con Rogelio a Santa Rosa. Vi por primera vez las matas de café. Estaban maduros (sí, era diciembre). Vivían solamente como cuatro familias. Pasamos todo el día rondando por las plantaciones de café y bañándonos en una quebrada. Nos dio “flojera” cortar las hojas de las matas de cambur y nos vinimos nuevamente para Guatire.
Viniendo a la altura de “Quebrada de agua”, y conversando sobre cosas que ahora no recuerdo, escuché leves ruidos a nuestras espaldas. Me volví y allí estaba. Era como anaranjado, tenía unos pequeños cuernos, unos ojos muy negros. Apareció como de la nada. “¡Rogelio, mira, un perro!”, dije. Rogelio se volvió. “¡Gafo ese no es un perro, es un venado!”. El venado corrió hacia el monte y desapareció de nuestra vista.
Después de ese viaje, en 1985 volví a subir a Santa Rosa. Iba con un grupo de amigos para la hacienda El Norte y decidimos irnos por esa ruta. Cuando pasamos por el sitio donde Rogelio y yo vimos al venado se lo comenté a mis amigos y nadie me creyó. En los años siguientes fui muchas veces a Quebrada de Agua, a veces iba solo o con otros amigos, pero nunca volví a ver a aquel venado solitario. Ahora, al escribir esto, tengo, creo, como doce años que no paso por ese camino; sin embargo, si lo hiciera supiera el sitio exacto donde el venado corrió al monte.
Quizás, Rogelio y yo, fuimos las últimas personas que vimos en Guatire un venado vivo en su estado silvestre. Rogelio, ya con esposa e hijos (al igual que yo) me dice que esas montañas están llenas de muchos venados, lo que pasa es que ya no se atreven a “bajar tanto”. Tal vez tenga razón. Pero, con una profunda tristeza en mi corazón, siento, que esos ojos negros que me miraron profundamente, eran del último venado de Guatire.
César Martínez
Noviembre de 2004.