Nadie puede negar que el "Guernica" (Pablo Picasso, 1937) es un auténtico discurso político. |
¿Está el Arte íntimamente ligado a la política? Por supuesto. Y lo está más aún a partir del último cuarto del siglo XX. Ya, en época tan lejana como el Imperio Romano, el arte participaba de la política o de la ideología política dominante; estaba al servicio _o se correspondía_ con la idea del Imperio.
El arte, por supuesto no nació como producto o síntesis de alguna ideología de tipo político. Quizás nació con un sentido mágico-religioso pero no como elemento social preponderante. En sociedades tribales o nómadas la existencia de una ideología es impensable. Las ideologías, como superestructuras, hicieron su aparición en el II milenio antes de Cristo con las sociedades agrícolas de los valles del Nilo, del Eufraes, del Ganges y del río Amarillo. El ejemplo más palpable podemos encontrarlo en el arte egipcio, donde una ideología, intacta durante tres mil años, produjo un arte único durante el mismo período de tiempo. En nuestra época, el arte evoluciona muy rápidamente, en función de los cambios ideológicos o de los sistemas político-sociales. George Duby señala que una de las características de las ideologías es que se presentan en forma “abarcadora”.(1) Esto incluye todas las relaciones sociales, el Arte entre ellas; pero, ¿Influye la ideología en el Arte? Sin duda. Algunas corrientes como el cubismo, el dadá, el macondismo (2), entre otras, son respuestas a ideologías de una época; no sólo como simples manifestaciones sino, en la mayoría de las veces, como su antítesis. Algún día, podrán estudiarse cómo eran las ideologías de los pueblos en función del Arte que producían. De hecho ya esto se hace.
En fin, de un arte simbolista (no simbólico, como parece definirlo Castoriadis) se pasa a un arte “comprometido” con el poder político.(3) Esto se ha mantenido inalterable desde entonces: En la Edad Media, el arte estaba comprometido con la Iglesia, el Barroco fue una respuesta a la Reforma. El Neoclasicismo estuvo muy comprometido con las ideas imperiales de la Francia bonapartista, el romanticismo, quizás el menos comprometido de todos, fue, sin embargo una respuesta a las crisis del siglo XIX, a la industrialización, al maquinismo y al comienzo de una visión enteramente materialista del individuo.
Hegel plantea en su libro "Estética" que el arte evolucionaría hacia un compromiso social y no político. |
El primer intento serio para volver a humanizar el arte se dio a principios del siglo XIX con los llamados movimientos de vanguardia. Aún así, no fue raro que el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán se apropiaran de algunos de los ideales artísticos de los años veinte y treinta del siglo pasado. Pero el arte, tal como lo había intuido Hegel (4), comenzaba a “desobjetivizarse” y se inclinaba hacia un compromiso no político, sino social. Una reacción a una sociedad en crisis, a la industrialización, y, más recientemente, a ese proceso conocido como “globalización”. Así mismo, se produce una ruptura esencial en el modo de hacer arte y surge con fuerza el arte no figurativo: Cubos, cuadros bicolores, líneas entrecruzadas. Nada que se asemeje a algo existente en la realidad. Había nacido el abstraccionismo, la vuelta al simbolismo en el arte.
Pero, ¿qué es hacer arte en nuestros días ? En plena era posmodernista el arte pareciera que se ha fundido con la filosofía. Hay auténticas obras de arte que son un llamado constante a la reflexión. Por supuesto que esto no es propio solamente del siglo XXI pero se ha afianzado la idea o el concepto de que el arte debe estar comprometido con una búsqueda ontológica del ser. El postmodernismo, como concepto ideal que intenta explicar ciertas posturas y hechos socio-políticos ha venido sistemáticamente influyendo en la producción artística. Y esto no es nuevo. Ya lo veíamos en los años veinte con el surrealismo, y luego con la action painting y después con producciones que se consideran marginales como los grafittis, las historietas, el body art… No se trata, en esencia, de una reacción a un mundo donde todo atenta contra la unicidad del individuo sino más bien a una respuesta “espiritual” o conceptual a un mundo deshumanizado o mejor dicho, un mundo "desindividualizado"
Todo lo antes dicho tiene especial relevancia en América Latina. ¿Qué somos? ¿Qué esperamos? ¿Cómo somos? Son las tres interrogantes ontológicas que estamos obligados a responder. Aún con toda nuestra cultura híbrida, sincrética, mescolanza de negro, indio y blanco, América Latina tiene un ser propio. Un genius loci, un carácter distintivo. Las discusiones metafísicas que llevaban milenios en Europa aquí apenas han comenzado a darse. No es casual que el modernismo haya surgido por estos lares. NI que se hayan desarrollado interesantes propuestas en el campo literario, plástico o arquitectónico. El arte latinoamericano responde a esa búsqueda de nuestro Ser. “Doña Barbara”, de Rómulo Gallegos; con su planteamiento civilización-barbarie; “Ariel” (José Enrique Rodó), “La vorágine” (José Eustacio Rivera), “El mundo es ancho y ajeno” (Ciro Alegría) y "Cien Años de soledad (Gabriel García Márquez) son ejemplos palpables de un arte comprometido con esa búsqueda vital.
¿Es posible hablar de una estética latinoamericana en el marco del posmodernismo? Sí. Las mismas peculiaridades histórico-sociales de América Latina la han impermeablizado contra las corrientes aglutinantes del postmodernismo que imperan en Europa. El postmodernismo, en esencia, plantea la anulación del yo, la superación de los valores y esquemas que no logró superar la revolución francesa: los nacionalismos, la idea de progreso individual, la búsqueda en solitario de la Verdad, de la divinidad, de lo que SOY son aspectos que chocan frontalmente con los esquemas posmodernistas. El carácter homogéneo de Latinoamérica, la cohesión que existe por el idioma, la historia, etc., ha coadqyuvado al surgimiento de una estética propia y muy original, de focos antiglobalizadores muy fuertes, tanto en lo físico-geográfico como en el campo de las ideas. No es extraño que aquí haya surgido la teología de la liberación, la “antropofagia” brasileña, el comandante Marcos y el realismo mágico.
América Latina también tiene la tarea pendiente de redescubrir sus raíces. ¿Cuáles son? Es difícil decirlo. Las culturas autóctonas casi han desaparecido. Aunque en Bolivia Morales sea investido como lo hacían los antiguos incas eso no es un encuentro con un pasado propio. Evo Morales es un presidente no un Inca. Lo más seguro es que el incanato no regrese más nunca. Lo mismo ha sucedido con los mexicas, chibchas, caribes y cuantas culturas haya habido en estas tierras. Nuestras raíces aún están formándose. Es una mezcla de Europa, África, Asia y un aderezo de los siglos que han pasado desde el inicio de la conquista. Lograr una síntesis es la tarea pendiente.
Aunque resulte una osadía, hay elementos suficientes para afirmar que los principales obstáculos al posmodernismo y muchos de sus conceptos asociados (globalización, occidentalización, globocentrismo) se encuentran en América Latina. No en Asia, ni en África. Esas son otras realidades. África, apenas hace ochenta años era un continente en manos de Europa (excepto uno o dos de sus países). El arte en latinoamericana, especialmente a partir de los años cincuenta del siglo XX ha sido una constante disidencia y reacción a los modelos que las élites han querido imponernos. También, como producto del mismo sincretismo cultural han surgido propuestas, a veces estigmatizadas injustamente, como la salsa y las telenovelas; productos netamente latinoamericanos. Eso sin hablar del imaginario colectivo (y la imaginería) en América Latina. Formas, procesos, modos de ser, de pensar, de sentir son muy diferentes el europeo, al norteamericano, al asiático y al africano. El arte latinoamericano debe, pues, responder a la realidad que somos.
El escritor uruguayo, Eduardo Galeano, hablaba, alguna vez, de que nos quieren robar la memoria. Es este uno de los mayores peligros que afrontamos los que trabajamos en el campo intelectual, ya que no siempre tenemos en claro los hilos que unen nuestras historias individuales y la historia colectiva, y a su vez la historia continental. Este compromiso en el campo teórico esta estrechamente ligado al compromiso estético.
Y es, aunque muchos digan que Arte y Política son polos opuestos, un compromiso que no podemos eludir.
Notas.
(1) George Duby (1919 - 1996) fue un historiador francés, especializado en la edad Media.
(2) El macondismo fue un término acuñado por el sociólogo chileno José Joaquín Brunner, "es la contraseña para nombrar, aludiéndolo, a todo lo que no entendemos o no sabemos o nos sorprende por su novedad y también para recordar aquello que queremos seguir soñando cuando ‘ya no somos lo que quisimos ser” (Marcelino Bisbal. El Nacional. 16 Enero 2014).
(3) Cornelius Castoriadis (1922 - 1997) fue un filósofo y psicoanalista turco. Primero marxista lo abandonó por una postura humanista.
(4) Georg Friedrich Hegel (1770 - 1831) fue un filósofo alemán. Representante del idealismo influyó notablemente en Marx.
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