Ana María Campos fue una de las miles de mujeres que lucharon por nuestra Independencia. Son dignas representantes de la fuerza y el coraje que caracteriza a la mujer venezolana.
En 1810, cuando los patriotas deponen al Capitán General de Venezuela, muchas provincias siguieron el ejemplo que Caracas dio y se unieron a la Independencia. Pero los marabinos decidieron seguir leales al rey. Hubo intentos de algunos para que Maracaibo se uniera a la lucha pero fracasaron y los patriotas, que no poseían una armada poderosa, nunca pudieron hacer nada. En 1820 los españoles firmaron con Bolívar una tregua y en ella se especificaba que ambos bandos mantenían bajo su poder el territorio que tenían en ese momento y la violación de esta cláusula significaría romper hostilidades.
A principios de 1821 los marabinos se declararon libres y decretaron su anexión a la Gran Colombia. Los españoles denunciaron que con eso se estaba violando la tregua y decretaron el reinicio de la guerra. Detrás de la acción estaba la mano de un gran patriota nacido en esa ciudad: Rafael Urdaneta.
Aunque pocos meses después se da la victoria en Carabobo, Maracaibo vuelve a caer en manos de los españoles y es allí donde surge la heroína Ana María Campos, nacida en Los Puertos de Altagracia, en la costa Oriental del lago. Tenía Ana María 26 años cuando comenzó a conspirar para derrotar a los españoles que se habían vuelto a apoderar de la ciudad.
Los ánimos estaban caldeados, todo Maracaibo le pedía al comandante realista, Francisco Tomás Morales que capitulara, que ya no había nada que hacer. Toda Venezuela era libre y lo único que le quedaba a España era Maracaibo. Que se rindiera y se fuera por las buenas. Ana María Campos, en las sombras, preparaba una revuelta que obligara a Morales a irse. Su frase: “Si Morales no capitula monda” (que significaba “Si Morales no capitula, muere”) se corrió entre todos los marabinos.
Pero sus planes fueron descubiertos y la capturaron.
Desde la época medieval se consideraba que montar a una mujer, desnuda, en un burro, mientras al lado de ella un verdugo le daba latigazos era un castigo humillante. Así lo decidió Morales. Desnudaron a la joven y la montaron en un burro y a su lado un verdugo con un látigo.
Francisco Tomás Morales (1781 - 1845), último Capitán General español que gobernó en Venezuela. Al final de la guerra sólo le quedaba una ciudad importante: Maracaibo |
Fue la orden de Morales.
Grandes y pequeños salieron a las calles aquel 18 de junio de 1823 a ver a Ana María Campos, montada en el burro, desnuda.
_ ¿Vas a disculparte? _Le preguntaba el verdugo.
_ Si Morales no capitula, monda. _respondía Ana María.
Y le daban un latigazo.
_ ¿Vas a disculparte?
_ Si Morales no capitula, monda. _respondía Ana María.
Otro latigazo.
Y así, por todas las calles de Maracaibo, durante casi todo el día.
Detrás, en un carruaje, venía Morales y detrás de él la familia de Ana María que le suplicaba que no la castigaran más.
_ Mamá, no le suplique a estos miserables.
Otro latigazo.
_ ¿Te disculparás? _le preguntaba el verdugo.
_ Si Morales no capitula monda.
Ana María iba dejando su sangre por las calles de Maracaibo.
Ana María se recordaba de su tío, León Francisco Campos, uno de los primeros marabinos en luchar por nuestra independencia. Se recordaba cómo lo torturaron y lo mataron asfixiándolo con humo de azufre.
Y por cada latigazo la gente más la admiraba, especialmente porque ella tenía seis hermanos varones (era la única hembra) y todos iban detrás de Morales, suplicándole que soltaran a su hermana. Ella tenía más valor que todos sus hermanos.
Ana María se desmayó. Las marcas de los latigazos le quedarían para los pocos años que le quedaban de vida.
Morales, temiendo una revuelta ordenó que la soltaran.
Un mes después de su suplicio, Ana María pudo ver, desde la ventana de su habitación, cómo la armada patriota derrotaba definitivamente a los españoles en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.
Ana María Campos nunca pudo reponerse a sus heridas y pasó el resto de su vida muy enferma. Murió en Maracaibo el 17 de octubre de 1828. Tenía 32 años.
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