«La vida es como una gran feria. Algunos van a hacer negocios. Otros van a divertirse; pero hay quienes van a observar sin ningún interés mundano lo que allí sucede. Éstos últimos son los filósofos»
PITÁGORAS DE SAMOS
(c. 569 a.C. - c. 475 a.C.)
Hace 2500 años innumerables ciudades griegas salpicaban no sólo la Grecia continental, sino el sur de Italia, muchas islas del Mediterráneo y las costas de lo que es hoy Turquía. La ciudad de Tiro no era griega, pero allí se daban cita numerosos comerciantes que venían de Egipto y mucho más lejos: de La India. Muchos de ellos tenían pequeños barcos con los que recorrían todas esas islas vendiendo y comprando. Uno de ellos era Mnesarco, un hombre hecho para la aventura y con una mente muy despierta. En uno de sus viajes a la isla de Samos conoció a una hermosa mujer, llamada Pithais. Se enamoraron y se casaron. Al poco tiempo nació el primero de sus hijos a quien llamaron Pitágoras.
Desde muy niño Pitágoras acompañó a su padre en sus viajes; y conocer otros lugares siempre ha sido una de las mejores maneras de expandir la mente. Su padre, al ver la naturaleza curiosa del niño, lo puso bajo la educación de un maestro, un hombre extraño llamado Ferécides, quien vivía y enseñaba en una cueva.
Ferécides está considerado uno de los siete sabios de Grecia. Su contribución a la filosofía puede resumirse en tres cosas que él defendía: «La creación no viene de la nada», «el cosmos se autocreó» y «las leyes que rigen el Universo son eternas». La segunda es discutible, pero las otras, ¿quién lo duda?
De Ferécides se tejieron muchas leyendas (eso pasa cuando se vive apartado de todos, con una barba larga y metido en una cueva). Se dice que adivinaba el futuro. También es seguro que fue uno de los primeros pensadores griegos que creía en la inmortalidad del alma. Al parecer dejó sus escritos a Tales de Mileto como herencia.
Fue Pitágoras quien pagó el sepelio de su maestro. Tenía apenas 17 años y siguiendo el último consejo de su maestro se fue a Mileto a entrevistarse con Tales. El mismo que había asombrado a todos al predecir un eclipse de Sol y quien había dado al mundo el famoso Teorema que lleva su nombre.
Aunque ya Tales era un anciano, ejerció en Pitágoras una notable influencia. Fue Tales quien lo instó a visitar Egipto «a aprender cosas nuevas». Pitágoras así lo hizo. También se dice que estuvo en La India y en Babilonia, donde entró a formar parte de una secta de astrólogos y matemáticos, bien extraños por demás, que se hacían llamar «magos». (Al parecer esta secta aún existía unos quinientos años después… ¿Les suena algo de unos “magos” siguiendo una estrella?
Cuando regresa de sus viajes por el Oriente, Pitágoras viene cargado de conocimientos. Se hizo vegetariano, se negó a seguir vistiendo ropas hechas con pieles de animales, creía firmemente en la existencia del alma y en la reencarnación y se dijo a sí mismo que de ahora en adelante sus conocimientos no estarían al alcance de los profanos sino de un grupo selecto.
Se instaló en Crotona, una ciudad griega del sur de Italia y allí formó su secta: Filósofos y estudiosos de los números. Fue allí donde inventó una nueva palabra: “Matemáticas” que significa “Las cosas que deben estudiarse”.
En su secta aceptaba mujeres, algo revolucionario para esos tiempos. Se reunían en las afueras de la ciudad, muchas veces en pequeñas cuevas y allí discutían sobre la existencia de Dios, el alma, matemáticas, geometría y música. Sí, porque (que sepamos) fue Pitágoras quien descubrió que la música es matemática. Fue él el primero que dijo algo así como que Dios había usado las matemáticas para crear al Universo.
Por ese tiempo fue que comenzaron a tejerse leyendas sobre su vida. Se decía que tenía el poder de la ubicuidad, es decir, podía estar al mismo tiempo en varios lugares.
Ellos se tatuaban en la mano el pentagrama (una estrella de cinco puntas) que tiene interesantes propiedades matemáticas. También juraban no revelar nunca sus secretos. EL juramento lo hacían mientras posaban la mano derecha sobre una piedra donde tenían grabado otro símbolo: el tetractys,
Pitágoras no ha sido el único que ha creído ver cierta magia en las matemáticas. Todos los que estudiamos esa disciplina nos quedamos asombrados ante ciertas cosas (y son bastantes).
Fue Pitágoras (o quizás alguno de su secta) que estableció el famoso Teorema que lleva su nombre. Aunque ya los egipcios y los chinos lo conocían.
Los principios de su hermandad pitagórica eran estos:
• La realidad última de la naturaleza es matemática o puede explicarse con las matemáticas.
• La filosofía sirve para la purificación espiritual;
• El alma se puede unir a lo divino.
• Ciertos símbolos son de naturaleza mística y tienen poder.
• Todos los miembros de la hermandad deben mantener en secreto las cosas que aprendan.
El tetractys fue otro símbolo
de los Pitagóricos. Se compone
de 10 puntos, un número
poligonal.
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Pitágoras, junto con sus seguidores, todas las mañanas hacía una ceremonia. Mientras el Sol se levantaba por el horizonte ellos cantaban y daban loas al UNO, al Ser Supremo.
Pitágoras también teorizó que los cuerpos celestes, en su movimiento a través del firmamento, pulsaban tonos diferentes y con ellos se formaba una melodía. A esto se le conoce como «música de las esferas»
Él también inventó, según Heráclides, uno de sus alumnos, la palabra «filosofía» y es bastante curioso que los dos vocablos: («matemática» y «filosofía») hayan sido inventados por la misma persona. Algo donde pareciera quedar patentizado que no son muy diferentes. Que quizás son sólo las dos caras de una misma moneda.
Pitágoras murió a los 94 años de edad. Sus ideas tuvieron eco en Platón. También, renacieron casi mil años después de su muerte en los llamados neopitagóricos y, desde cierto punto de vista, la concepción actual de las matemáticas sigue siendo pitagórica.