El 31 de enero de 1815 el General José Félix Ribas, tío político del Libertador, murió ejecutado a lanzazos en la plaza de Tucupido. Su propio criado, Concepción González, lo entregó a los realistas. ¿Pero de verdad sucedieron así los hechos?
Cae el sol en la ciudad de Maturín. Es el 10 de diciembre de 1814. El maltrecho y disminuido ejército de patriotas venezolanos sólo posee la ciudad de Maturín. Cierto es que hay partidas de guerrilleros dispersas por los llanos centrales y occidentales, pero ese frío diciembre de 1814 la República de Venezuela prácticamente no existía.
Aquel año había sido fatídico, las pugnas entre los patriotas, especialmente entre los dos bloques representados por Bolívar y Mariño, había sido la causa de muchas derrotas y también, es necesario decirlo, la obstinación de Bolívar y el hecho de que el pueblo llano, lo más profundo del país no se sentía identificado con la independencia.
Pero los patriotas, especialmente Bolívar irían aprendiendo de los errores y aquel 1814, donde se dio con más fuerza la guerra a muerte, sería el último período donde los patriotas tuvieran que morder repetidas veces el polvo de la derrota.
Y los heridos y desmoralizados patriotas estaban en Maturín. Habían sido derrotados días antes en Urica, en la que constituye la batalla más grande por nuestra independencia (por el número de combatientes). Aunque el sanguinario José Tomás Boves había muerto en esa batalla, los patriotas quedaron destrozados y se replegaron a Maturín. El último bastión que les queda en Venezuela.
Los defensores de Maturín apenas llegaban a unos 300 oficiales y 200 reclutas de la ciudad, en su mayoría muy jóvenes. Estaban comandados por Ribas, Bermúdez, Cedeño y José Gregorio Monagas. La mayoría de los oficiales aconsejan que lo mejor es retirarse hacia el norte y tratar de llegar a la costa para luego pasar a Trinidad, pero los jefes orden resistir hasta el final.
A las 7 de la noche del 10 de diciembre comenzó la batalla. Se extendió hasta las 10 de la mañana del día siguiente cuando los patriotas fueron vencidos. Los realistas se dedicaron al saqueo y a la matanza mientras los pocos patriotas que se salvaron huyeron hacia las montañas.
Morales, el jefe realista, persiguió a los vencidos, tomando el pueblo de Soro, defendido por Piar, el 14 de febrero. Al día siguiente tomó Güiria. Ambos pueblos fueron saqueados e incendiados. Con todo, en Irapa estaba el coronel Rivero con 400 hombres. Enterado de la derrota en Maturín intentaron huir pero fueron alcanzados y masacrados el 17 de febrero de 1815. El 28 de ese mes Irapa cayó en poder realista. Ya no había en Venezuela un solo pueblo o ciudad en manos de los patriotas.
Bermúdez, Piar, Monagas y muchos otros jefes lograron salir del país. Otros como Cedeño se quedaron en los llanos occidentales en una lucha de guerrillas. Ribas, junto con un criado y un sobrino, lograron huir hacia los montes. Buscado afanosamente por los realistas, Ribas tenía que moverse. Sabía que si lo encontraban lo matarían. Le llegaron noticias de que aún Barquisimeto no había caído en manos realistas y caminaron 250 Km, siempre por las montañas, hasta que cinco semanas después llegaron a Jácome, en el Guárico. Allí, exhaustos deciden descansar unos dos días en un hato, antes de seguir caminando hacia Barquisimeto.
En el hato se encontraba un negro esclavo de nombre Concepción González, Ribas, en cama, muy enfermo, lo manda a Valle de La Pascua, que está a 20 Km, para que busque provisiones. Estando en ese pueblo, Concepción decide que lo mejor es denunciar a Ribas porque de seguro le darán una buena recompensa. Así lo hace y regresa con un piquete de soldados españoles. Encuentran a Ribas en su lecho de enfermo, lo encadenan. Matan en el acto a su sobrino y a su criado. Cuando van a atravesarlo con una lanza, Ribas pide que lo lleven ante un general español y que lo juzguen. El capitán que comanda el piquete piensa que quizás se meta en problemas si mata a Ribas y decide llevarlo a Tucupido. No muy lejos de allí. Los cuerpos de su sobrino y de su criado fueron enterrados por los campesinos en un lugar desconocido. En el pueblito de Jácome dicen que en los montes se escuchan los lamentos de esas almas en pena.
Llegan con Ribas a Tucupido. Allí está un teniente español de nombre Barrojola, quien ordena que lo ejecuten inmediatamente. Así lo hacen, a lanzazos; y luego le cortan las manos, las piernas y la cabeza y las diseminan por todos los pueblos cercanos como escarmiento. Tenía Ribas, 39 años de edad. Su cabeza la fríen en aceite (para ralentizar la descomposición) y la envían a Caracas para que la coloquen en un poste en La entrada a la ciudad que va al camino a La Guaira. El triste cortejo sale de Tucupido, pasa por Valle de Guanape, sigue hacia El Guapo, luego Caucagua, Guatire y llega casi al anochecer del 12 de marzo a Guarenas. A petición de los guareneros, (Los Ribas tenían tierras en esa ciudad) los que traen la cabeza acceden a un velorio. Así lo hacen en una casa cerca de la Plaza Mayor.
Al día siguiente siguen hacia Caracas. Sus familiares (entre ellos su esposa, Josefa Palacios, tía del Libertador) ya saben la noticia pero quieren cerciorarse. La cabeza de Ribas está irreconocible. Sólo su barbero (que le había extraído dos muelas tres años antes) les dice que sí es la cabeza del Vencedor de Los Tiranos en La Victoria. Colocan la cabeza en un poste en La Pastora, donde el tiempo hizo lo suyo. Su esposa se viste de luto y se encierra en su casa. De nada valió que un año después, el mismo general español Pablo Morillo, fuera a su casa para pedirle que saliera de su encierro.
_ No se afane por mí, general Morillo, saldré cuando los míos vengan a buscarme y me digan que Venezuela es libre.
Fueron sus palabras cuando el jefe realista, Pablo Morillo, queriendo restañar parte de las profundas heridas que patriotas y realistas se habían hecho la visitó en su casa en Caracas en 1817.
Y ese día llegó. Una calurosa tarde de julio de 1821, tocaron a su puerta. Su hijo, el único hijo varón de Ribas, de diez años de edad abrió la puerta.
_ Mamá, en la puerta está mi tío.
Josefa sale y lo ve... No era el mismo de hace tres años cuando lo vio por última vez ni tampoco era el mismo niño que ella ayudó a criar: El Libertador.
_ Tía, ganamos en Carabobo. Venezuela es libre. _le dijo.
Fue entonces cuando Josefa Palacios abandonó el luto por la muerte de Ribas.
Al teniente Barrojola lo mataron tres meses después de la muerte de Ribas. Un llanero patriota lo atravesó con un lanzazo que le entró por un costado y le salió por el otro.
A Concepción González le dieron su paga. No mucho, pero quedó satisfecho. Se pasó a las filas realistas.
La guerra por nuestra Independencia terminó y las heridas sanaron; pero en 1859 comenzó una cruenta guerra civil que ahora conocemos como Guerra Federal. En 1861 uno de los liberales, el general Natividad Solórzano, un hombre de 57 años de edad, llegó un día a Barinas y ordena a sus hombres que hagan una redada porque sospecha que hay espías de las fuerzas del gobierno. Les llevan a los sospechosos a su cuartel general, ubicado en una vivienda. Pregunta los nombres de los detenidos y un frío le recorre la espalda cuando un viejo como de 66 años responde:
_Concepción González.
El general Solórzano se acarició el bigote y recordó. Tenía 10 ó 12 años apenas. Vivía en Tucupido y todos, adultos y niños, fueron a la plaza mientras gritaban:
_¡Vengan, vengan, agarraron a Ribas y lo van a matar!
Él fue uno de esos niños que vieron morir a Ribas y jamás olvidó la escena y la templanza del vencedor de los tiranos. Estaba sereno y firme. El primer lanzazo le dio en el pecho y lo derribó. El segundo le dio en la garganta, varios más le dieron en las piernas y en el estómago y después, simplemente, murió.
La traición de Concepción la supo todo el pueblo. Más nunca lo vieron por allí, pero Natividad no lo había olvidado.
_ ¡Ah, Concepción González! Ya vamos a arreglar el asunto de Ribas.
Concepción levantó la mirada y vio la determinación en ese hombre. Vio reflejado en sus ojos el largo brazo de la justicia y supo al instante que su hora había llegado.
El general Solórzano le dijo algo en el oído a uno de sus soldados. Éste entró en la casa y regresó con una soga, la amarraron de la rama de un samán que estaba allí. Y a empujones se la colocaron en el cuello a Concepción.
_¡Yo no fui! ¡Yo no traicioné a Ribas! ¡Él ya estaba muerto cuando los godos me obligaron a delatarlo! ¡General, es la verdad verdaíta! - gritaba con voz gañosa.
El mismo Solórzano le dio un puntapié a la silla y así murió el hombre que 46 años antes había vendido al valiente José Félix Ribas.
Cuarenta y seis años había vivido Concepción González con su traición y quizás siempre supo que ese día llegaría.
Pero la historia llega hasta nuestros días.
A mediados de los setenta se supo que un nieto de Concepción González aún vivía. Se encontraba en Barinas. Tenía 90 años de edad. Fue entrevistado por un historiador:
_ De generación en generación _le dijo_ ha pasado la verdad de lo que sucedió en 1815. El general Ribas murió en su lecho de enfermo en Jácome y mi abuelo lo enterró. Se quedó con las monedas y las pistolas y se fue a Valle de La Pascua Allí lo vieron los españoles y les llamó la atención que un negro cargara una pistola y tuviera tanto dinero. Lo obligaron a decir la verdad. Fueron a donde había sido enterrado Ribas y como querían llevarse el mérito, lo desenterraron, le cortaron la cabeza, la frieron en aceite para que no se viera que ya estaba descompuesta y la mandaron para Caracas. El cuerpo después lo lanzaron a un barranco.
¿Decía la verdad Concepción González minutos antes de morir en la horca en 1861??
Quizás jamás se sabrá; pero el general Solórzano, viendo como se llevaban el cuerpo de Concepción lo recordaba clarito. Él mismo, desde niño siempre escuchó a sus mayores decir:
_ El negro Concepción traicionó al general Ribas. Algún día se hará justicia.
EL cuerpo de Ribas y el de su sobrino jamás fueron encontrados. Dicen los habitantes de Jácome que a veces, en las frías noches de enero, se escuchan quejidos que atraviesan los llanos.
Quizás son las almas de los 300.000 venezolanos que murieron para darnos la independencia.
3 comentarios:
Interesante lo de Concepcion y que tuviera la mala suerte de toparse con un testigo de la muerte de Ribas.
Ahora bien como dice el traidor concepción que ya estaba muerto y solo llevó a los realistas hasta donde enterró al General Ribas? Y señala el General Solorzano que vió como asesinaban vilmente a Ribas a lanza pura y frío corazón? Quien mentía? El nefasto concepción o el General Solorzano? Allí se las dejo...
Excelente blog. Una pregunta, ¿Cuál es la fuente del relato de la muerte de Ribas?. Gracias
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