_ Tú mejor que nadie sabes que no hay crimen perfecto.
¡Confiesa, coño! – Le dice el comisario.
_ Es verdad, no hay crimen perfecto _ dice Ledezma _
pero sí hay crímenes mal investigados.
La noche del viernes 11 de enero de 1980, Rosa Elena Pinto («La Chena»), de 17 años, fue como de costumbre al barrio San Pablito, en Caracas, a buscar a sus amigos Douglas, de 16; y Efraín, de 17; para ir a estudiar. Estaban en una escuela nocturna en Caricuao. Rara vez entraban a clases. Se quedaban en la discoteca «Roca Negra» hasta altas horas de la noche y ese era precisamente el plan que tenían para ese viernes.
Fueron a buscar a una prima de Chena en Mamera, para completar las parejas. Chena entró a la casa de su prima y Douglas y Efraín se quedaron afuera. Al rato Chena salió pero ya los muchachos no estaban. Y no llegaron esa noche a su casa, ni ninguna otra noche. Chena pensó que sus amigos se habían cansado de esperar y se fue a su casa. Ella hasta no hace mucho vivía con un policía de la metropolitana, con quien tenia dos hijos pequeños. Estaban separados, pero su esposo insistía en volver con ella y la seguía a todas partes, la acosaba. Pero quien le quitaba el sueño era Martín Mijares, un muchacho robusto de 14 años a quien Chena le quitó la virginidad. Para ellos no importaba hacer el amor en los montes cercanos o dentro de carros abandonados. Había sido la primera mujer de Martín y él estaba obsesionado con ella. Martín, Douglas y Efraín eran amigos. Incluso, Douglas era novio de una hermana de Chena.
_ Martín mi pana, deja de andar de boleta con esa chama. Esa es la mujer del policía. _Le decían sus amigos.
_ Ellos están separados. Ahora ella es mi mujer. Y el día menos pensado nos vamos de esta vaina.
_ Nojoda chamo, ¿y cómo la vas a mantener? Esa chama tiene dos carajitos.
Pero Martín no hacía caso. Al contrario, él, junto con Efraín y Douglas, cuando veían al policía le lanzaban puntas. Se burlaban de él. El policía Argenis Ledezma, Distinguido de la Policía Metropolitana fingía ignorarlos, pero una nube negra iba apoderándose de su corazón.
Así pasaron varios meses hasta que llegamos a ese viernes 11 de enero de 1980 cuando Chena y su prima ven que Douglas y Efraín no están donde debían estar.
Al día siguiente, todos en San Pablito, comentaban la desaparición de Efraín Irausquín Rodríguez y Douglas Nieves. No habían dormido en casa y nadie parecía haberlos visto desde que salieron con Chena.
Martín Mijares se enteró de la desaparición de sus dos amigos. Chena le dijo lo que sabía:
_ Los dejé frente a la casa de mi prima, en Mamera, no me tardé mucho. Cuando salí no estaban.
_ Coño, coño, yo creo que algo malo les pasó – le respondió Martín.
El domingo, las madres y padres de los tres muchachos fueron a los centros de conscripción militar (Había recluta por esos días). Quizás los tienen en Pan de Azúcar o en Fuerte Tiuna… Pero no, nada. No habían sido reclutados. Fueron a hospitales, a la morgue pero a Douglas y Efraín parecía que se los había tragado la tierra.
El esposo de Chena, Argenis Ledezma llegó ese mismo domingo en la noche a la casa de Douglas y ofreció ayudar. Allí estaba Chena, que no lo veía a la cara. Él se le acercó.
_ Mi Chenita… te prometo que no soy el mismo. Vuelve conmigo. Hazlo por los niños. Mira que yo no los puedo criar solo… mi trabajo… además mi mamá está enferma…
_ No, Argenis. No… Déjame tranquila – le contestó Chena.
Mientras tanto, Martín andaba nervioso. Para poder ver a Chena esperaba que fueran las 3 o 4 de la madrugada. Salía a hurtadillas de su casa y se metía por el patio de la casa de su amigo, el desaparecido Douglas, donde estaba viviendo Chena. Allí, en la humedad de la batea de lavado de ropa o en la improvisada ducha se entregaban al deseo, sin sospechar que no muy lejos, en un bosque cercano, los cuerpos desnudos de Douglas y Efraín, se descomponían rápidamente.
El hermano de Martín recordará años después que por aquellos días Martín se veía normal, quizás triste por la desaparición de sus amigos pero nunca dejó de hacer las cosas que hacía.
_ ¿Ya aparecieron? – preguntaba todas las tardes cuando regresaba del liceo.
El jueves 17 de enero, seis días después de la última vez que vieron a Douglas y a Efraín, Martín se levantó muy temprano. Le pidió prestada a su hermano una correa y se fue al liceo. A las 12 del mediodía se despidió de sus compañeros y salió para su casa… Nunca más lo verían, ni vivo, ni muerto.
Al ver que su hijo no regresaba, su madre, Carmen Amada de Mijares, una mujer recia y «echá pa’lante», como dicen, decidió averiguar qué había pasado. Lo primero que hizo fue ir a la casa de Douglas Nieves pero se sorprendió de que sus padres no hacían nada por encontrarlo. Ni siquiera habían puesto la denuncia en la PTJ.
_ Es que el policía Ledezma está ayudándonos con eso _fue lo que le dijeron.
Pero el corazón de una madre es el mejor investigador e inmediatamente, como una revelación, Carmen de Mijares lo vio claro: «Ese policía tiene algo que ver». Y se lo contó a las madres de Douglas y Efraín y le creyeron.
Entonces deciden ir a la PTJ y ponen la denuncia. Llevan las fotos más recientes que tienen de sus hijos. Fotos que tienen como tres años y que toda la prensa nacional. En esas fotos no puede verse la naturaleza fornida de los tres jóvenes que al pisar los 15 años se desarrollaron inusualmente… Por eso es que podían entrar a discotecas para adultos… parecían de más edad que la que tenían, pero no en esas fotos viejas.
La PTJ indagó en cárceles, hospitales, albergues y morgues. Los tres muchachos no estaban en ninguna parte. Carmen de Mijares acusaba a Ledezma pero no había pruebas. Y él decía que era incapaz de cometer un crimen. Pasó casi un mes. El país aún no sabía nada del caso. Y como es usual en Venezuela, parece que las cosas la mueven rápido cuando interviene el cuarto poder: la prensa. Entonces Carmen de Mijares se fue a los periódicos y sin pepitas en la lengua contó todo.
_ A mi hijo y a sus dos amigos los mató el policía Argenis Ledezma.
El 2 de febrero, los periódicos sacaron la noticia con las fotos de los muchachos. Los titulares que más se repetían eran: “Tres crímenes sin cadáveres”.
Fue tanta la insistencia de las tres madres y las manifestaciones de la gente en Mamera (trancaron las calles principales con pancartas) que Ledezma fue citado a declarar. EL policía negó tener algo que ver.
_ Lo que sucede es que la señora Carmen me la tiene jurada por un problema que tuve con uno de sus hijos. _le decía a sus superiores.
Pero muchos testigos aseguraron que Ledezma amenazó a Martín varias veces y eso lo convertía en el principal sospechoso. Y entonces apareció un testigo:
_ El viernes 11 de enero yo vi a Douglas y a Efraín sentados en un carro abandonado que está frente a la casa de Moraima, la prima de Chena, en Mamera y llegó un jeep de la metropolitana… No vi bien qué pasó. Yo estaba en la azotea de mi casa y en eso me llamó mi esposa y cuando volví a ver, vi como el jeep se iba y los muchachos ya no estaban.
_ ¿Vio a algún policía en específico? ¿Puede identificarlo?
_ No, no. Como le dije, sólo vi que el jeep se estacionó donde ellos estaban y después que el jeep se fue ya ellos no estaban allí.
La PTJ entonces decide retener a Ledezma en la sede de la Metropolitana en Cotiza.
No se sabe cómo la prensa se enteró, pero al día siguiente publicaron: «Un Policía fue quien ejecutó y enterró a los tres jóvenes cegado por los celos, indican las hipótesis. Se encuentra detenido en la Metropolitana». Y el sumario agregaba: «La PTJ dice que resolverá el caso en tres días».
Pero pasó un año.
La Metropolitana parecía proteger a su policía. La PTJ argumentaba que mientras Ledezma no fuera destituido ellos no podían hacer nada. Y los cadáveres no aparecían. «Sin cuerpo del delito, no hay delito».
Acompañados de vecinos y familiares de los muchachos, la PTJ se dedicó a buscar esos cuerpos en los cerros cercanos a Mamera y San Pablito. Pero nada.
La Policía decía que todo era una campaña para desprestigiar a la Metropolitana. Que Ledezma era un distinguido y su hoja de servicios estaba intacta.
En abril Ledezma estaba de regreso en su casa y a principios de mayo Chena aceptó volver con él. Entrevistada por la prensa dijo:
_ No basta con decir que mi esposo es culpable. Hay que comprobárselo.
Respuesta ingenua que sólo decía una cosa: Ledezma era culpable.
¡Qué rápido olvidó Chena a Martín!
En julio, una hermana de Douglas (el otro desaparecido) dijo a la PTJ que ella vio a Martín caminando hacia su casa y dos hombres lo seguían. Lo abordaron y lo metieron en un carro.
La PTJ hizo los retratos hablados de esos dos desconocidos y con eso determinaron quiénes eran: Luis Hernán Márquez y Tairo Aristiguieta, policías metropolitanos. Amigos de Ledezma. (En ese momento se decía que el mejor dibujante de retratos hablados del mundo, era venezolano y trabajaba en la PTJ).
Entonces la llamaron a otros testigos que sí habían visto a los policías que se llevaron a Douglas y a Efraín. Les mostraron las fotografías de Márquez y Aristiguieta. Todos respondieron: «Sí, son ellos. Ellos se llevaron a Douglas y a Efraín».
Allanaron las casas de los dos policías. Y en la de Márquez encontraron un croquis de un paraje desolado en el Ávila. Identificaron el sitio. Fueron allá. Excavaron, buscaron casquillos de balas. Pero nada. Meses después la PTJ sabrá qué significaba ese croquis: la trampa para una cuarta víctima mortal: la propia Chena.
Los dos policías no aparecían. Quizás habían huido a Colombia. Ledezma, cansado de que sospecharan de él, pidió que lo sometieran al suero de la verdad. Así lo hicieron:
_ ¿Mataste a Douglas Nieves?
_ No
_ ¿Mataste a Martín Mijares?
_No
_ ¿Mataste a a Efraín Irausquín?
_ No
_ ¿Ordenaste la muerte de alguno de ellos, o de los tres?
_ No
_ Sabes dónde está Martín Mijares, Douglas Nieves o Efraín Irausquin?
_ No
Varias horas fue sometido a este interrogatorio bajo el efecto del pentotal sódico. Sustancia que te obliga a decir la verdad porque si mientes el estado de nerviosismo es excesivo. Pero Ledezma lo pasó, totalmente. O estaba diciendo la verdad o se estaba en presencia de alguien increíblemente bien entrenado. ¿O era otra cosa?
Pero Carmen Amada Maizo de Mijares no cedía. Su corazón de madre le decía que Ledezma era el asesino. Visitaba todos los periódicos y programas de TV. No había sitio a donde no fuera exigiendo justicia. No le importaban los papelitos que conseguía en la sala de su casa, metidos por debajo de la puerta: “Mira, vieja, te vamos a quebrar si sigues con la huevonada”. Cada letra era el recorte de una letra de un periódico. Sin huellas dactilares.
Pasaron unos meses más. Tairo Aristiguieta fue capturado. Él había sido el conductor del jeep donde se llevaron a Douglas y a Efraín.
_ Sí, sí, nos lo llevamos a los dos de Mamera, tenían una actitud sospechosa. Pero los soltamos en el camino.
_ ¿En dónde?
_ En la avenida principal de Caricuao… Verán… esos muchachos no eran lo que ustedes creen… Eran delincuentes… Estaban en una banda…
El detective no preguntó más. Esos muchachos estaban muertos y Aristiguieta los mató o sabía quién los había matado, porque si no, porque dijo: “Esos muchachos no eran lo que ustedes creen”.
Al cumplirse un año nada había cambiado. Ledezma seguía protegido por la PM .
A Carmen de Mijares sólo le quedaba un recurso: Se pararía frente al palacio de Miraflores, día y noche, nadie la sacaría de allí hasta que el Presidente Luis Herrera Campins la atendiera. Así lo hizo. Fue el primer día y allí estuvo. No fue atendida. Volvería al día siguiente.
La PTJ seguía constantemente a Ledezma y vieron cómo llegó al Terminal del Nuevo Circo de Caracas. Parecía estar buscando un autobús en específico y entonces se movió hacia el sitio de dónde salía la voz de un muchacho:
_ ¡Guatire, Guatire, Guatire!!
Ledezma se subió al autobús. Los sabuesos de la PTJ llaman a la delegación de Los Naranjos, en Guarenas. Le dan el número de placa del autobús donde Ledezma se dirige a Guatire.
Frente a los edificios de la Villa Panamericana, en construcción, porque allí se alojarán los atletas que vendrán de toda América para los Juegos Panamericanos de 1983, se para el Dodge Dart, color azul, de la PTJ y los dos sabuesos esperan a que pase el autobús.
Ledezma viene semidormido y no ve que a la orilla de la carretera dos detectives se suben rápidamente al auto y comienzan a seguir al autobús. Los dos detectives tienen al frente una foto de Ledezma. Deben seguirlo y averiguar a qué va a Guatire.
El autobús atraviesa el túnel vegetal que está en la entrada de ese pueblo. Se detiene en el pequeño terminal de la Av. Bermúdez y los pasajeros se bajan. A lo lejos los sabuesos ven a Ledezma que cruza la calle y toma un carro de cinco puestos, un Fairlane con un letrero en el parabrisas: «LA VUELTA».
Siguen el Fairlane, pasajeros bajan y suben en diferentes paradas pero Ledezma sigue allí. Hasta que por fin se baja en una esquina donde hay un bar que en letras grandes dice: «BAR BRISAS DEL BARRIO».
¿A dónde va Ledezma? ¿Qué hace en Guatire?
El triple crimen de Mamera está a punto de resolverse.
II
Desde el Dodge Dart los dos detectives de la PTJ lo ven bajar por la calle Zamora hacia el barrio 23 de Enero. ¿Qué va a hacer allí? Ellos conocen la zona y saben de la peligrosidad de la misma. En los últimos años el 23 de Enero y Valle Verde se han convertido en los principales focos de distribución de drogas en Guatire y es casi común conseguir cadáveres en los montes cercanos. ¿Qué hace un policía, sospechoso de un triple asesinato por allí?
_ Quédate, yo lo sigo _le dice el detective Raúl González al otro.
Raúl González era un hombre como de 30 años pero aparentaba más. Quizás por el bigote. Aunque no traía puesta la camisa azul celeste que los PTJ suelen usar, al verlo se sabe que es policía. A prudente distancia sigue a Ledezma quien llega a la Calle Las Margaritas y después cruza hacia arriba en la calle García Tellechea. Después dobla a la izquierda y llega hasta una casa. Toca a la puerta. Le abren y Ledezma entra.
«¿Así que para acá es que viene?» – piensa el detective.
Regresa al Dodge.
_ Vámonos.
_ ¿Qué pasó? ¿Perdiste al tipo?
_ No, el carajo se metió en la casa del brujo Rodrigo… Seguro le tienen un trabajo montado.
El brujo Rodrigo era muy conocido en Guatire y en Caracas. Su casa siempre era visitada por grandes artistas de la farándula nacional. Las muchachas de la zona no perdían la oportunidad de estar por allí para ver a galanes de telenovelas y cantantes venir a «hacerse un trabajo con Rodrigo». Aunque lo disimulaban con gafas oscuras, todos los veían. Muchas personas, venidas de todas partes, hacían fila en la calle, frente a la casa del brujo Rodrigo.
_ Es muy bueno _decían
_ A mí me hizo un trabajo para que me dieran el papel protagónico y me lo dieron.
El Dodge Dart arrancó hacia Guarenas. Ya sabían a qué venía Alexis Ledezma a Guatire: A que le montaran un trabajo para protegerlo. ¿Protegerlo de qué?... ¿De que nunca lo descubrieran? ¿De que lograra pasar con éxito el suero de la verdad?
«De que vuelan, vuelan» _pensó el detective Raúl González cuando el carro donde iba de copiloto salió de Guatire.
Para Carmen de Mijares no fue necesario esperar mucho a que el presidente Luis Herrera Campins la atendiera. En el segundo día, a la hora de estar allí, parada frente a Miraflores, rodeada de las otras madres y de vecinos de Mamera, un oficial de la Casa Militar se le acercó y la introdujo en el Palacio. Diez minutos de conversación con el presidente le bastaron a Carmen de Mijares. Luis Herrera, en su presencia llamó por teléfono al Director de la PM:
_ Destituya usted, inmediatamente, a Argenis Ledezma y póngalo a la orden de la Policía Técnica Judicial.
Así lo hacen. El 27 de febrero de 1981 Ledezma es metido en una pequeña habitación en el piso 10 del edificio de la PTJ en Parque Carabobo. A las 7 de la noche comienza el interrogatorio. Hay un fiscal y una juez presentes. Él está sentado y mira a todos mientras dice insistentemente:
«Yo no los maté… Yo no los maté».
_ ¿O sea que están muertos? –le pregunta el detective que lleva el caso.
_ Yo no dije eso.
La PTJ ahora sí está diligente con el caso. El Director de ese organismo sabe que su cargo está en juego. Ya el presidente de la República lo ha instado a resolver el caso lo antes posible.
_ Confiesa, chico. Si cuentas todo será menor la pena.
_ Coño, que yo no sé nada.
_ Tú mejor que nadie sabes que no hay crimen perfecto. Confiesa, de una vez, coño!!
_ Es verdad, no hay crimen perfecto _ dice Ledezma _ pero sí hay crímenes mal investigados.
El detective cree ver una ligera sonrisa en los labios del ex PM y casi que estuvo a punto de lanzarle un golpe. Pero allí estaba un fiscal y una juez que más parecía una estatua que una mujer.
Ledezma estaba inmutable. Él siempre supo que ese momento llegaría y estaba dispuesto a dar esa batalla. Todos los días, cada instante, repasaba las respuestas que tenía que dar. Él mismo creaba las preguntas, las cambiaba y se las respondía. No había pregunta que le hicieran que él ya no la hubiese anticipado. Como policía y antiguo miembro de las Fuerzas Armadas contra la guerrilla sabía que no podía contradecirse con lo que había respondido en interrogatorios anteriores.
Pero lo sabuesos de la PTJ también tenían su experiencia y saben que tienen a Ledezma agarrado por las bolas. Lo intuyen. “Sólo es cuestión de tiempo para que este tipo se quiebre”.
_ ¿Diga usted dónde estaba la noche del 11 de enero de 1980?
_ Fui a recibir a un compadre que venía de San Cristóbal, pero como no llegó regresé a mi casa.
_ ¿Diga usted donde estuvo al mediodía del jueves 17 de enero de 1980?
_ Salí de mi casa como a las 12:30. Me dirigí al cine metropolitano con intenciones de ver la película «La casa del horror», pero a última hora decidí no verla.
_ ¿Hay alguna persona que pueda confirmar eso?
_ No sé… no recuerdo…
_ ¿Qué dice usted de que la ciudadana Carmen de Mijares lo acusa de matar a su hijo, Martín Mijares?
_ Esa es una vieja chismosa. Ya se los he dicho. Ella me la juró hace tres años, porque yo le reclamé a su hijo mayor que le faltaba el respeto a mi esposa.
Las preguntas seguían. Hasta la juez intervino:
_ ¿Sabe usted o sospecha qué pudo haberles pasado a esos jóvenes?
«Verga, esta estatua habla” –pensó el detective.
_ No sé, no lo sé.
Ya eran las 3 de la madrugada del último día de febrero de 1981 Jarras de café iban y venían. Le ofrecían a Ledezma pero él las rechazaba.
_ Miren, yo no sé nada de esos muchachos. Yo hasta fui donde un brujo para que me dijera dónde estaban y él me dijo que están vivos…
Todos lo miraron extrañamente y Ledezma sintió que había cometido un error. En ese momento no sabía por qué lo creía, pero sabía que había cometido un error. Tratando de desviar la vaina le dice al detective, el comisario Edgar Pantoja:
_ Mire comisario, yo a usted quería dañarlo… Hasta conseguí una foto suya para que le hicieran brujería. Pero no lo hice.
_ Déjate de huevonadas, Ledezma y responde: ¿Mataste a Efraín Irausquín, Douglas Nieves y Martín Mijares?
Ledezma respondió aliviado. Lo del brujo lo habían pasado por alto.
A las cinco de la mañana terminó el interrogatorio. Continuarían al anochecer de ese día.
Ledezma recibió la visita de Chena y de su madre. también llevó a sus dos hijos. Le permitieron la entrada a la señora Ledezma pero a Chena la dejaron sentada afuera. La PTJ también sospechaba de ella. A Douglas y a Efraín se los llevaron de frente de su casa. ¿Quién le dijo a Ledezma que ellos estarían allí? ¿Por qué si entró a preguntarle a su prima si podía salir a la discoteca se tardó tanto?... Ya le llegará la hora a Rosa Elena Pinto. «Esa carajita sabe algo» –pensaba el comisario Pantoja.
A las 7 comenzó nuevamente el interrogatorio.
_ ¡Míralos! – le dice Pantoja mientras le lanza en la mesa las fotos donde aparecen los tres adolescentes.
Ledezma ve para el techo y por un momento la luz tenue del bombillo le pareció como la última luz que vería en su vida.
_ ¡Coño de la madre, Ledezma, que mires las fotos! –Le dice el comisario mientras con sus dos manos le inclina la cabeza hacia la mesa.
_ Comisario, le recuerdo que… _intenta decir algo el Fiscal.
El comisario lo ignora. Ledezma mira de reojo las fotos de los tres muchachos… Parece que esos ojos le hablaran. Son fotos en blanco y negro. Y ráfagas de recuerdos pasan por su mente. Recuerda cómo, con sus propias manos estranguló a Douglas mientras tenía a Efraín esposado a un árbol…
_ ¿Entonces? ¿Cómo los mataste?
_ Que no los maté coño.
A la 1 de la madrugada entra un agente, muy joven y le hace señas a uno de los detectives. Este se acerca a Pantoja y le dice algo al oído. Pantoja sale. Camina por un angosto pasillo y llega hasta un teléfono que tiene el auricular descolgado.
_Habla el Comisario Pantoja.
Del otro lado de la línea está el Jefe de la delegación de la PTJ en Guarenas.
_ Pantoja, coño pana, te llamo porque sé que ahorita deben estar en el interrogatorio… ¿No te llegó el sobre que te mandé?
_ ¿Qué sobre? No me han dado nada.
_¡Nojoda vale…! El caso es que hace unos días el policía ese, Ledezma, vino a Guatire y ¿adivina qué?
_ Coño, Colmenares… son casi las 2 de la madrugada chico… ¿Qué pasa?
_ Ese tipo vino a visitar a un brujo muy reconocido aquí. Un tipo que desde Caracas hasta Higuerote dicen que es muy bueno.
_ Ajá… ¿Qué con eso? Ya el tipo habló de un brujo… No sé qué coño tiene que ver eso.
_ Tiene que ver, hermano. Averiguamos un poco más… Ese brujo le montó un trabajo pa’ protegerlo. Me dijeron algo de una correa, alguna vaina que le hicieron en el cuerpo.
_ Una pregunta Colmenares… ¿Tú crees en esas huevonadas?
_ De que vuelan, vuelan, Pantoja… Bueno chico, tú ve si eso te sirve. Yo no creo que interrogándolo le saques nada. Ledezma estuvo en la lucha antiguerrillera y los entrenan bien pa’ esa vaina. Chao.
Colmenares cuelga y Pantoja regresa a la sala de interrogatorio. Uno de los detectives, al verlo entrar le hace señas negativas con la cabeza, indicándole que Ledezma no ha confesado. Entonces Pantoja se deja llevar por una corazonada.
_ Quítenle la camisa.
Ledezma lo ve… con tanto miedo que Pantoja siente alegría y piensa: “Gracias, Colmenares”.
Le quitan la camisa a Ledezma y allí, atravesado, alrededor de su cuerpo un cinturón con símbolos extraños… Un cinturón que tiene un año allí…. Un cinturón preparado por el brujo Rodrigo de Guatire…
En pocos minutos, el único “poder” que tiene Ledezma será destruido.
III
Allí estaba Ledezma, de pie, con el torso desnudo y un cinturón negro a la altura del pecho con símbolos extraños y unas pepitas que parecían las llamadas “pepitas de San Pedro”, conocidas por Pantoja desde su niñez en el pueblo de Ortiz. Con ellas los niños solían hacer collares y pulseras. Uno de los detectives, de padres ecuatorianos recordó que los brujos de la selva amazónica solían preparar con esas semillas un brebaje que podía darte un total autocontrol…. Para este detective ya estaba claro cómo fue que Ledezma logró vencer al detector de mentiras. Seguro consumía pequeñas dosis de ese brebaje… De verdad que ese brujo de Guatire parecía saber lo que hacía.
_ Quítenselo _dijo Pantoja.
Ledezma estaba aterrado.
_ ¡No, no, comisario, por favor… Esto es sólo para protegerme del mal!
_ O te lo quitas tú o te lo quitamos nosotros.
_ Señor fiscal, esto es un atropello _le dice Ledezma al Fiscal_ ¿Qué tiene que ver esto con el interrogatorio?
El fiscal parece dudar pero sólo se limita a levantarse de su silla. Se aleja un poco y mira hacia la pared.
_ No estoy viendo nada.
Los dos detectives sujetan a Ledezma y Pantoja le quita el cinturón. El ex policía se deja caer en la silla. Hunde su cabeza sobre el pecho y sin levantarla dice:
_ Los maté por defender mi honor.
El Triple Crimen de Mamera inspiró para la realización de la película "Macu, la mujer del policía" (1987, Solveigh Hoogestein) (el cartel es de elaboración propia) |
Avendaño había aparecido marginalmente en la investigación del caso Mamera. Era un muchacho de 15 años, amigo de los tres desaparecidos, quien también se burlaba de Ledezma. ¿Por qué Ledezma no lo ejecutó? ¿De verdad esos muchachos, junto con Avendaño pertenecían a una banda criminal que había sido contactada por un grupo secreto de la DISIP para conformar un cuerpo de exterminio? ¿Los mataron porque sabían demasiado? ¿Por qué Martín Mijares se subió a un carro tan tranquilamente con los dos policías el día que lo vieron por última vez? Pantoja tiene 77 años en la actualidad y aunque parezca mentira, en la vejez son muchas las cosas que se aclaran y sabe que en el caso del Triple crimen de Mamera es más lo que no se sabe que lo que se sabe.
Pero es 1981 y Pantoja se encuentra en la sala de interrogatorio de la PTJ. Ledezma continúa con la cabeza hundida en el pecho. Las fotos de los tres muchachos aún están sobre la mesa. La de Martín, con su ligera sonrisa y el cabello largo, es la misma foto que usó para inscribirse en tercer año. La del catirito Efraín, el más tímido de los tres, la foto que le tomaron el día de su primera comunión. Y la de Douglas, un morenito, de cabellos ensortijados, la foto que le tomaron en un momento que jugaba basket en la cancha de Mamera. Ledezma ve las fotos de reojo. Efraín parece mirarlo con odio y recuerda cómo, esposado a un árbol, le suplicaba que no lo matara.
Ya Pantoja tenía lo que quería: Ledezma había confesado su triple crimen. Pero hay algo pendiente. ¿Dónde están los cuerpos?
Al día siguiente, el ex PM llevó a los detectives al sitio dónde había enterrado los cuerpos. Era un lugar cercano a Mamera, en la montaña. No hubo necesidad de excavar mucho. Allí estaban, los cuerpos de Efraín y de Douglas. Al ver los huesos, Ledezma sintió encima de él las miradas de odio de los detectives y entonces, sin que se lo pidieran, comenzó a hablar:
_ Los maté por defender mi honor, el de mi hogar… y los maté con mis manos, no necesité ayuda de nadie. Se burlaban de mí. Me decían cabrón. Me preguntaban qué se sentía saber que Martín se cojía a Chena… y se reían… Merecían que los matara…
_ Señor, es mejor que no diga más nada –le dice en voz baja su abogado.
En los días siguientes el ex policía ofrece todos los detalles. Sabe que ya su suerte está echada y nada le impide hablar… En cierta forma parecía disfrutarlo. Había burlado a la policía durante un año. Había superado el suero de la verdad. Ya sentía dentro de él que lo suyo había sido una hazaña.
_ Para poder secuestrarlos los abordé a las 8 de la noche en el barrio Mamera, les mostré mi placa y les ordené que me acompañaran pues estaban implicados en una investigación. Los traje a esta zona y los esposé a dos árboles; al primero que maté fue a Douglas, lo estrangulé con mis manos, el otro gritaba, llamaba a su mamá, pedía perdón… pero nadie podía oírlo. A él lo maté con una cuerda. Después desnudé los cuerpos para que se descompusieran más rápido y los medio enterré.
_ ¿Quién te ayudó? –Le pregunta Pantoja.
_ Ya lo dije. Lo hice yo sólo…. Quiero que me devuelvan mi cinturón… por favor, comisario. Necesito mi cinturón.
_ Ledezma, yo no nací ayer… alguien te ayudó… Tú sólo no pudiste esposar a dos muchachos fuertes. ¿Cómo hiciste para esposar a uno y que el otro no escapara?
_ Comisario… uno tiene sus mañas.
_ Sí, eso ya lo veo… pero me gustaría conocerlas.
Ledezma calla. Pantoja no insiste. Está agotado. De todos modos ya tiene un culpable. “No me pagan lo suficiente para esta vaina” – piensa.
_ ¿Dónde está el cuerpo de Martín?
Ledezma parece sorprendido. Por un momento Pantoja creyó percibir que el ex PM quería decirle algo o que ocultaba algo. Como una revelación escuchó en su cabeza: “Ledezma está protegiendo a alguien”.
Ledezma se queda un rato pensando. Como buscando qué decir. “Está inventando algo” –piensa Pantoja.
_ Los llevaré al sitio donde dejé el cuerpo de Martín.
Pero el cuerpo de Martín Mijares jamás apareció. ¿A dónde los lleva Ledezma? ¿Está vivo Martín Mijares?
IV
Caracas. 2014.
El comisario de policía Técnica Judicial, Edgar Pantoja, tiene 77 años de edad. En todos los casos donde le tocó trabajar el que más le impactó fue el Triple Crimen de Mamera. Aunque está retirado desde hace ya muchos años; y ya siente los achaques de la vejez, nunca lo ha olvidado. Se enteró por los medios que Argenis Ledezma salió en libertad en el año 2000. Lo condenaron en 1985 a 30 años pero le redujeron la pena por “buena conducta”. Pero Pantoja sabe que Ledezma debió morir en la cárcel. “Lástima que en este país no hay cadena perpetua”.
Un día quiso saber sobre las madres de los tres jóvenes asesinados. Se enteró por los amigos que aún tiene en tribunales y en el CICPC que viven y ninguna ha pasado la pena que les causó la muerte de sus hijos. Nunca han podido sacarse de la mente la forma cómo los mataron y saben, están seguras, que lo último en lo que pensaron sus muchachos, fue en ellas. Y de todas, el dolor más grande lo tiene la señora Carmen Maizo… el cuerpo de su hijo Martín nunca apareció.
Pantoja se recuesta en su sillón y se queda mirando las fotos de sus nietos que están en una mesita. Algunos tienen las edades que tenían Martín, Douglas y Efraín cuando los mataron y comienza a recordar aquel día de 1981 cuando, en una patrulla de la PTJ, desplazándose por la Cota Mil, se dirigen al sitio donde Ledezma ha dicho que dejó el cuerpo de Martín Mijares.
1981:
_ Es por aquí – Dice Ledezma viendo hacia un costado de la autopista.
Se detienen a la altura del Marqués desde donde puede verse la planta generadora de energía termoeléctrica. Bajan por una pequeña quebrada y allí, ven una osamenta, cubierta por hojas secas, también sin ropas.
_ El 17 de enero de 1980 localicé a Martín _comienza a hablar Ledezma_ Iba caminando por Caricuao. Lo abordé y le hice saber que tenía que acompañarme porque era sospechoso de la desaparición de sus dos amigos. Me hizo caso y entonces lo esposé. Contraté un taxi que nos trajo aquí… Lo maté en este mismo sitio, con mis propias manos… lo estrangulé.
_ Mientes, Ledezma… Un testigo asegura que Martín entró en un carro con dos desconocidos _Le dice Pantoja.
_ Pues, su testigo es la que miente…
«¿La que miente? _piensa Pantoja_ ¿Cómo sabe que fue una mujer?»
_ Veámoslo así, Ledezma, ¿por qué Martín Mijares se dejaría esposar por ti?
_ Comisario, uno es policía, uno tiene sus mañas. Y ese muchacho estaba asustado… Los tres se la querían dar de hombres, pero sólo eran unos carajitos.
Los restos de Martín y sus dos amigos fueron llevados al Instituto de Medicina Legal de Bello Monte… A partir de allí los medios cambiaron su acostumbrado titular de “Triple Crimen sin Cadáveres” por el de “El Monstruo de Mamera”.
Ya Pantoja y el Ministerio Público tenían su culpable pero aún había lagunas que tenían que llenarse antes de armar el expediente definitivo. Un nuevo interrogatorio se realizó.
_ Ya se los dije. Yo solo lo hice. No necesité ayuda de nadie, es falso que me hayan ayudado algunos compañeros de la PM. Ellos son inocentes.
_ Hemos sabido que un zagaletón de apellido Avendaño, un muchacho como de 15 años, también se metía contigo. ¿Lo mataste?
_ No sé de quién me habla.
_ Ledezma, Ledezma… te esperan 30 años de cárcel, a menos que colabores. Avendaño no aparece por ninguna parte y sabemos que él también se burlaba de ti.
_ No sé de quién me habla.
Pero Avendaño no estaba muerto. Aparecerá años después como uno de los principales hampones de Caracas. Era tan letal y tan diestro en el manejo de armas que parecía que lo habían entrenado. Fue él quien asaltó un avión repleto de oro en Puerto Ordaz en el año 1992.
_ ¿Qué significa esto? –le pregunta Pantoja mientras le lanza sobre la mesa un croquis de una zona del Ávila, encontrado en el apartamento del policía Márquez.
_ Era el plan para matar a Chena, a mi esposa. También merecía morir. _respondió Ledezma. Después que logré que volviera conmigo le mostré ese croquis. Le dije que era un mapa del tesoro. Ella se lo creyó… tan ingenua Chena…
«Ni tan ingenua, se acostaba con ese carajito desde que él tenía trece años… Menos mal que era ingenua… puta es lo que es» –pensó el detective Álvarez.
_ La idea era llevarla allí, para que me ayudara a desenterrarlo… Entonces la mataría. Pero Chena no quiso ir… Creo que al final no la maté porque es la mamá de mis hijos… aunque sea una puta.
La última frase la dijo mirando al detective Álvarez quien sintió un escalofrío en la nuca.
«¡Verga! ¿Me adivinó el pensamiento?»
«¡Verga! ¿Me adivinó el pensamiento?»
_ Cuéntanos de tu relación con Tairo Aristiguieta… _pregunta el comisario Pantoja.
_ Somos amigos… Pero él es inocente… Ya se lo dije. Yo actué sólo.
Tairo Aristiguieta estaba en ese momento detenido en Cotiza, en la sede de la PM. Como nunca se le comprobó nada, a los pocos meses lo soltaron. Fue ese policía quien, durante varios años, se dedicó a matar delincuentes y les amarraba una etiqueta en el dedo gordo de uno de los pies. Eso nunca lo supo la opinión pública pero sí lo supo Ibsen Martínez, a través de sus contactos en la PM y PTJ y se basó en él para su personaje de Natalio Vega, el hombre de la etiqueta. Un policía que tomaba la ley en sus manos y mataba delincuentes en la telenovela “Por estas calles”. Aristiguieta nunca fue llevado a juicio por estos crímenes y es que en los años ochenta y noventa existían en los cuerpos policiales varios grupos de exterminio. Años después Pantoja atará los cabos sueltos: Ledezma tuvo que haberle dicho a Tairo que Martín, Efraín y Douglas eran delincuentes y por eso fue que ayudó a matarlos. Para Pantoja y para todos los que investigaron el caso Mamera Ledezma no actuó sólo. Y en eso, el Monstruo de Mamera fue consecuente. Nunca delató a sus cómplices.
Pero Tairo Aristiguieta volvería a aparecer en escena. En 2002 se le acusó de ser uno de los asesinos de tres soldados y una muchacha que se congregaban en la plaza Altamira protestando contra el gobierno. Una cuarta víctima, pero no mortal, denunció ese horrendo hecho. La sobreviviente fue violada pero se salvó de ser asesinada. El crimen lo había ordenado un general de los alzados en Altamira porque presumía que esos soldados y esas dos muchachas eran informantes del gobierno.
La justicia tarda pero llega, el 26 de septiembre de 2004 mataron a Tairo Aristiguieta de decenas de puñaladas en la cárcel de la Planta. Tenía 59 años.
Alguien había pagado 300 millones de bolívares para que lo mataran… Así terminaron sus días.
El instituto de Medicina Legal de Bello Monte terminó el análisis de los restos de los tres jóvenes de Mamera. Uno era Efraín, el otro era Douglas, pero los restos hallados en el Marqués, cerca de la Cota Mil no eran los de Martín. Ledezma les dijo a los detectives que jamás diría dónde estaba el cuerpo de ese muchacho.
“Entonces por qué coñ nos llevaste a buscar esos huesos en la Cota Mil?” – pensó Pantoja.
_ Él se cogía a mi mujer… no merece una tumba _le dijo a los detectives.
Pantoja lo vio tan resuelto a no decir nada y estaba tan cansado que decidieron crear una mentira piadosa. Le dirían a su madre que esos eran los huesos de su hijo (Se supo que realmente eran los de un guerrillero de Bandera Roja o Tercer Camino, asesinados por algún comando de la DISIP). Ledezma llegará a decir: “El mismo comando que mató a Renny Ottolina”.
Quien quizás podía saber algo era el joven Juan José Avendaño. Amigo de los adolescentes, pero estaba desaparecido. Después se supo que estuvo en América Central, en un escuadrón de la muerte. ¿Cómo es que de ser un delincuente aparece luego en Costa Rica, Nicaragua y el Salvador? ¿Quién lo protegía? ¿Mataron a Douglas, a Martín y a Efraín porque se negaron a ser entrenados en un escuadrón de la muerte?... Jamás se sabrá.
Avendaño, como ya se mencionó, asaltó un avión lleno de oro en el aeropuerto de Puerto Ordaz. Lo capturaron y lo mandaron a las colonias móviles de El Dorado. Allí murió en agosto de 2003. Se dijo que por hepatitis C… pero es casi seguro que lo envenenaron.
Los cuerpos de los muchachos de Mamera fueron entregados a sus madres. Años después, Carmen Maizo se enteraría que en la tumba a donde siempre iba a rezar no se encuentran los restos de su hijo. Aún así, continúa yendo allá… Su corazón de madre le dice que Martín está muerto pero se consuela saber que ya falta poco para que se reencuentren.
El 4 de marzo de 1981, Argenis Ledezma fue trasladado al Retén de Catia… La PTJ dejó que los reporteros se dieran un banquete y lo abordaron:
_ ¿Por qué los mató?
_ ¿Qué siente saber que pasará muchos años en la cárcel?
_ ¿Qué le dice su esposa Chena?
_ ¿Está arrepentido?
Con una serenidad que contrastaba con los empujones de los reporteros, Ledezma sólo dijo:
_ Efraín, Douglas y Martín bastante daño le hicieron a mi hogar. Durante varios meses se dedicaron a hostigarme día y noche con expresiones públicas en contra de mi persona, de mi esposa e hijos. Yo bastante aguanté, tomando en cuenta que eran unos muchachos. Pero habemos [sic] hombres que tenemos un límite y ese límite llegó en enero del año pasado”.
_ ¿Cómo los mató? –preguntó un reportero. (Los detalles no eran conocidos por la prensa).
_Trataré de escribir un libro sobre el caso, pero será un relato parecido al libro “Los perros de paja”.
En los cuatro años siguientes el monstruo de Mamera repasaría varias cárceles hasta que el 25 de octubre de 1985 le fue impuesta por el Tribunal Superior VII en lo Penal la condena definitiva a 30 años de presidio por el homicidio calificado continuado de los tres adolescentes.
En la cárcel intentaron matarlo varias veces. Una vez lo obligaron a comer carne humana de cuatro reclusos que mataron otros internos.
Ledezma estudió en prisión. Se graduó de Licenciado en Administración. Escribió el libro que prometió. Daba clases de historia, geografía o castellano a otros internos. En la revisión psicológica que le hicieron antes de encarcelarlo el psicólogo escribió en su informe: “Inteligencia superior al promedio”. También organizaba actos culturales, especialmente teatro y creó en la cárcel una pequeña escuela de artesanía donde los presos hacían chinchorros.
En el 2000, veinte años después que matara a los tres muchachos, Ledezma fue puesto en libertad. Le rebajaron la pena por buena conducta. Vive en Ciudad Bolívar. Tiene 73 años. Y dice que los mató por celos “Los celos me cegaron”. Más nunca ha vuelto a ver a Chena ni a sus hijos. Otro hijo que tuvo con otra mujer se suicidó dándose un tiro en la cabeza.
Parece ser que Ledezma de verdad cambió, pero le debe algo al mundo, especialmente a Carmen Maizo: ¿Dónde enterró el cuerpo de Martín?
Año 2014… ahora.
Año 2014… ahora.
Mientras tanto, en San Pablito… Chena, una mujer de 50 años, observa por la ventana de su casa hacia las montañas cercanas a Mamera… En la calle, pasan unos niños corriendo y uno de ellos grita: “¡Martín, espérame!”. Y la imagen de Martín Mijares le llega con toda claridad a su mente. No olvidar nunca lo que pasó ha sido su castigo.
Y en una urbanización del este de Caracas, el ex comisario Edgar Pantoja se levanta de su sillón. Ya ha recordado mucho… Sube a su habitación. Abre el closet. Allí, tras una falsa pared está el cinturón que protegió durante un año a Ledezma… envuelto en plástico… Pantoja ahora cree un poco más en esas cosas… “El mal existe” _piensa. Pero ahora quiere enterrar para siempre el caso del Triple Crimen de Mamera… toma el cinturón, baja al sótano de su casa donde tiene un pequeño horno…
Y el cinturón se convierte en cenizas…
FIN
10 de junio de 2014
28 comentarios:
Excelente manejo del relato... histórico,pedagógico, aleccionador...
como se llamaban los funcionario a cargo de la investigación
Simplemente excelente, en ese tiempo tenia la edad promedio de ellos y recuerdo to el revuelo que hubo. Gracias por compartirlo
Excelente
Excelente al fin encuentro una respuesta clara sobre este caso
Excelente historia, por muchos años un misterio, todo el mundo sabía que los mató, gracias a las investigaciones por fin los crímenes fueron resueltos, el relato fue bueno y cubrió mis expectativas y aclaró muchas dudas, los felicito....
Nunca conoci a mi tio martin mijares xq naci el 8 de marzo de 1981 pero x años vi a mi abuela carmen amada de mijares sufrir x su hijo...Dios es el unico que sabe realmente lo que paso y donde esta mi tio...😭
Excelente artículo, muy bien narrada la historia. Que se sabe actualmente de Ledezma aún sigue vivo ?? Porque la película no cuenta ni la cuarta parte de esta historia ?? Gracias por compartir.
Hola amigo , conocí luego de su liberación a argenis en San felix .. nosotros practicamos en ese entonces la santería junto con argenis escríbeme 0426 4839439
Brutal. 2021 qué artículo tan completo
Tremendo
Mejor.imposible la historia de ledez
ma
La maldad siempre a existido.
Buen relato, es así, la maldad existe!
Buen relato, excelente
Excelente narración!!
Que dolor tan grande para una madre
Muy buen artículo, me sorprendió saber que el hombre de la etiqueta realmente existió, el silencio de Ledezma sobre quien fue su cómplice, el cinturón de protección y la inteligencia de este señor entre otras cosas. Inmediatamente fui a Youtube y ví la entrevista que le hizo Olavarrieta hace un mes, y pude comparar ambos, el artículo me pareció bastante completo. Queda pendiente saber el paradero de Martin.
Ya después de tantos años no creo que el distinguido Ledezma diga dónde está Martin Mijares. Dicen siempre el monstruo los mató por monstruo pero cuánto daño hicieron esos adolescentes al burlarse de un señor en su propia cara. Debemos enseñar a los niños la empatía y el respeto.
0414 7694184 mi número de teléfono llámame en cuanto veas este mensaje.
Aún vive y esta es n perro seco
Aún vive y esta en perro seco una barrisda
Aún vive y esta en perro seco una barriada en ciudad bolivar
Me gustaría saber qcpasao con el cuerpo de Martin será qclo disolvió en acido
Soy de antimano barrio biena vista se del caso
Tantas muertes que hubieron en los gobiernos pasados por grupos de exterminio tantos hogares enlutados y gente desaparecida que nos enteramos en este relato hasta la muerte de reny otolina
Eso le pasa al que anda con mujer ajena, tanta mujer y agarran una con otro hombre? - estas son HISTORIAS DE BARRIO VENEZOLANO • vean como lo vean... HORRIBLE HORRIBLE!
La gran culpable de todo fue esa putica llamada Chena y nadie lo ve...
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