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domingo, 18 de septiembre de 2016

Al Mamún y la Escuela de la Sabiduría de Bagdad


La Escuela de la Sabiduría de Bagdad fue durante casi 500 años el principal centro del saber del mundo

En el año 313 el emperador Constantino decretó libertad de religión en todo el imperio romano. Pero esta libertad parecía que era solamente para los cristianos porque los llamados paganos comenzaron a ser perseguidos, sus templos destruidos y también sus bibliotecas.  Por ejemplo, en el año 391 una turba de cristianos, azuzados por el obispo Cirilo saquea el Serapeo, un templo ubicado en Alejandría dedicado al Dios Serapis y donde funcionaba la biblioteca más grande del mundo en ese momento. 

No se sabe si en ese momento todos los libros fueron destruidos, pero lo que sí es seguro es que muchos lograron salvar antiguos textos. 

En todos los saqueos que vinieron después, algunas personas lograron salvar muchos libros de Arquímedes, Euclides, Ptolomeo, Aristóteles, de todos los grandes filósofos y matemáticos de la antigüedad. Irónicamente muchos sacerdotes se dedicaron a ocultar estos textos. Ellos sabían de la importancia que revestían, pero las autoridades religiosas habían ordenado destruirlos. 

Y así, poco a poco, los antiguos libros llegaron a estar en sótanos y cuartos olvidados de duques, marqueses y reyes…

Y allí permanecieron durante trescientos años…

Hasta que llegó Al Mamún… 

Al Mamún era hijo de Harún Al Rashid, califa de Bagdag, el mismo que se menciona en “Las mil y una noches”. Era de la dinastía abasíe, reconocidos porque eran muy amantes de las ciencias y de las artes. Al Rashid se aseguró de dar una completa educación a su hijo y para ello hasta contrató sabios de otras tierras y se dio a la tarea de conseguir libros y textos que estuvieran guardados y pagaba lo que fuera por obtenerlos. De esa manera logró tener en su palacio una gran biblioteca. 

Al Mamún accedió al califato en el año 833. No sólo heredó el poder sino la gran biblioteca que su padre había formado. Entonces se dio cuenta que todo ese conocimiento debía estar al alcance de quien quisiera y mandó a construir un gran edificio en el centro de la ciudad al que llamó Casa de la Sabiduría. Al lado del edificio construyó un observatorio astronómico. 

Y mandó embajadores por todos los reinos musulmanes, desde Persia hasta España con un aviso: 

Se necesitan traductores y maestros de matemáticas, filosofía, astronomía y cualquier otra rama del saber. Se pagará en oro. 

Pronto Bagdad se llenó de eruditos, de versados en filosofía, en artes, literatura, matemáticas. Todos se concentraron en la Casa de la Sabiduría y el mismo rey ordenó la construcción de viviendas para los sabios que fueron contratados. 

Pero Al Mamun quería más. Quería más libros. Un día se enteró que el rey de Sicilia tenía en su castillo un sótano lleno de antiguos libros de Aristóteles, de Platón, de Arquímedes, de Euclides y envió una embajada a solicitar esos libros en donación o que se los vendieran. 

Los obispos que asesoraban al rey de Sicilia le dijeron: 

_ Regálelos, noble señor. Esos libros ofenden a nuestro Señor. 

Y así, la embajada de Al Mamún regresó a Bagdad con varios baúles. Apenas llegaron los traductores se pusieron manos a la obra. 

La casa de la Sabiduría de Bagdad estaba abierta a todos y todos querían estudiar en ella. El rey incluso otorgaba becas a los mejores estudiantes y también se otorgaban títulos. Los graduados más destacados tenían asegurado una plaza como profesores y vivienda. 

El mismo Al Mamún gozaba de reunirse con estos sabios hasta altas horas de la noche. Hablaban, discutían sobre diversos temas. Incluso, había sabios que montaban guardia toda la noche por si el rey necesitaba aclarar alguna duda a la hora que fuera. 

La Biblioteca estaba organizada por salones. En uno estaban los libros de filosofía, en otro los de matemáticas, en otro los de astronomía, y así. Las clases a los alumnos tenían un sistema innovador: Primero el profesor daba una clase magistral, luego los alumnos discutían entre ellos, ayudados por un asistente (el alumno más destacado) y después volvían a reunirse con el profesor para las conclusiones finales. 

Para ese entonces (siglo IX) Constantinopla era la capital del Imperio Romano de Oriente, mejor conocido como Bizancio. Al Mamún sabía que en esa ciudad había muchos libros que habían sobrevivido de la antigua Biblioteca de Alejandría y también de las colecciones privadas romanas. Entonces envió una embajada que se entrevistó con el Emperador. La carta quizás estaba escrita así: 

“Oh, noble Señor, rey de los cristianos. Que la paz de Dios esté sobre usted y sobre su reino. He sabido que tiene bajo su potestad muchos libros de hombres sabios de tiempos antiguos. Le pido, con toda humildad, su permiso para que hombres de mi reino, conocedores de la lengua griega, vayan ante su majestad y procedan a traducir esos libros. Traducciones que alimentarán nuestra Casa de la Sabiduría”. 

El emperador de Bizancio accedió y varios meses pasaron en Constantinopla los enviados de Al Mamún para traducir libros que de no haber sido por ellos se hubieran perdido para siempre.


Una representación imaginaria de Harún Al Rashid  quien fue el quinto califa de la dinastía abasí. Reinó desde el 786 hasta el 809 cuando el imperio abasí tuvo su máxima expansión.   Su hijo, Al Mamún continuó su obra cultural y científica. 

Pero la obra educativa de Al Mamún no fue nada más la Casa de la Sabiduría. Se cree, con bastantes razones que sólo en Bagdad había 332 institutos de educación superior. Y un número mayor de escuelas primarias. También construyó hospitales e impulsó nuevas carreras como la oftalmológica, la odontología e incluso la psiquiatría (y estamos hablando del siglo IX). Cada hospital, incluso, era también un centro de estudios de medicina, por lo que adjunto a ellos estaban las residencias de los estudiantes. 

Con razón la historia ha dado Al-Mamún el título de "El Maestro de la civilización árabe" 

Hay una anécdota, no se sabe si en verdad pasó. Se dice que Al Mamún amaba a uno de sus caballos por encima de los otros, pero había un príncipe llamado Omah, que también era su pariente que quería ese caballo y le ofreció mil camellos a cambio. 

Al Mamún se negó y Omah preparó un engaño. Él sabía que Al Mamún era muy sensible al dolor ajeno y no le importaba ayudar a quien fuera. Entonces se disfrazó como un mendigo y se acostó en un camino por donde Al Mamún solía pasear con su caballo. Cuando éste vio al mendigo se bajó del caballo y se acercó y le dijo: 

_ ¿Estás enfermo? Levántate y te llevo a un hospital. 

Omah, fingiendo la voz, le dijo: 

_ No puedo. Tengo tres días sin comer. No tengo fuerzas. 

Entonces Al Mamún lo alzó y lo montó sobre el caballo con la idea de subirse él después. Pero Omah echó al galope mientras reía y decía: 

_ ¡Es mío! ¡Es mío!

Entonces Al Mamún le gritó: 

_ Está bien, Omah, el caballo es tuyo pero sólo con una condición: 

_ ¿Cuál? _ Preguntó Omah mientras se detenía. 

_ Que no cuentes nunca cómo me quitaste el caballo, porque si lo haces, entonces la gente cuando vean a un mendigo o menesteroso tirado en el suelo, no se detendrán a ayudarlo pensando que es una trampa al igual a como tú lo has hecho. 

Al Mamún murió y sus hijos, sus nietos y bisnietos siguieron con su obra. Bagdad, para el siglo XII era tenida como la capital más culta del mundo. Fue allí donde se adoptaron los números que hoy usamos (que ellos se copiaron de los indios). Cuando escribes 1, 2, 3, 5… estás escribiendo los números igual a como lo hacían los sabios de la Casa de la Sabiduría. Y gracias a Al Mamún, muchos otros califas del mundo musulmán siguieron su ejemplo y fundaron escuelas y bibliotecas. También muchos en Bagdad tenían sus bibliotecas particulares, no abiertas al público, pero podían consultarlas los sabios previa cita. 

Entre los grandes sabios que impartieron clases en la casa de la Sabiduría podemos mencionar a Al Razi (eminente médico y químico, dirigía un hospital, creado por Al Mamún que incluso tenía un área psiquiátrica, seguramente la primera que hubo en el mundo. También tenía un laboratorio y era uno de los profesores más buscados no sólo por su gran erudición sino por su gran humildad. Escribió casi 200 libros) Avicena (filósofo y médico), Al Biruni (historiador, astrónomo, matemático y químico), Al Battâni (gran astrónomo. Precisó la duración del año solar y el ángulo de inclinación de la Tierra con respecto a su órbita. Copérnico, quien vivió 400 años después dijo que fueron los estudios de Al Battani los que lo ayudaron a descubrir que La Tierra gira alrededor del Sol) Ibn An-Nafîs (médico, describió correctamente la circulación de la sangre. También escribió libros sobre oftalmología y dietética), Al Idrisi (Geógrafo. Sostuvo con vehemencia que La Tierra era redonda. Hizo un mapa del mundo muy exacto. Sus escritos influyeron en los viajes de exploración portugueses que se dieron trescientos años después de su muerte) y Al Juarismi, considerado el padre del álgebra (incluso fue él quien le puso nombre a esta área de las matemáticas). 


Ocho de los innumerables sabios que tuvo la Escuela de la Sabiduría de Bagdad: De arriba a izquierda: Al Razi. Avicena. Al Biruni. Al Battâni. Ibn An-Nafîs. Al Idrisi.  Al Juarismi y Nasir al-Din al-Tusi.


Pero todo termina. A principios del año 1258, 425 años después de la muerte de Al Mamún, los mongoles cercaron Bagdad. El fin era inminente. El califa era Al-Mustasim quien accedió a rendirse porque los mongoles le prometieron que respetarían las vidas de los ciudadanos y no destruirían ni la Casa de la Sabiduría ni las demás bibliotecas.

El 12 de febrero de 1258, Hulagu, el jefe de los mongoles, nieto de Gengis Khan tomó a Al Mustasin y faltando a su palabra lo mató, al igual que a toda su familia. 

La mayoría de los profesores y sabios no habían creído en la palabra de los mongoles y muchos de ellos (algunos europeos) días antes, habían tomado los libros con los que pudieron y escaparon de la ciudad. 

Hulagu, después de matar al pobre Al-Mustasim, entró a la Casa de la Sabiduría y por cosas de la vida entró al Salón donde estaban los libros del Corán. En efecto, como ya mencionamos, los libros estaban en diferentes salas, según su tema. Huegu mandó a uno de sus hombres que conocía el idioma árabe a que sacara uno de los libros de los estantes y lo leyera. El hombre sacó varios y le dijo:

_ Señor, todos dicen lo mismo. 

Entonces Hulagu respondió: 

_ ¡Todos son el mismo libro! Destrúyanlos. 

La gran colección de libros y manuscritos de la Casa de la Sabiduría fue arrojado a las aguas del río Tigris. Cuenta un cronista de la época que el agua se tornó negra durante varios días Debido a la tinta. 

Pero lejos de allí, una caravana de camellos cruza un desolado paisaje. Son los sabios y profesores de la Casa de la Sabiduría, que intuyeron que los mongoles no respetarían la palabra empeñada y cargaron con la mayor cantidad de libros que pudieron y ahora se van a Constantinopla. 

Y en sentido opuesto, hacia Persia, otro de ellos, acompañado por sus estudiantes, huyen de la ciudad y llevan 400.000 libros. Es el astrónomo Nasir al-Din al-Tusi, a quien ahora llamamos “el padre de la trigonometría”. 

Gracias a ellos y Al Mamún las obras de los antiguos se salvaron para la posteridad. 

Pero lamentablemente muchas se perdieron…

Porque hay algo común en todos aquellos que quieren el poder por el poder mismo: Le temen al conocimiento y harán lo que sea para que más ríos se coloreen de negro. 

Pero el saber siempre sobrevivirá. 



El astrofísico Neil deGrasse Tyson habla sobre la Casa de la Sabiduría de Bagdad



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